CINCO JUEGOS QUE EMPIEZAN POR “A”

Y OTRO POR “O”

“Juego de niños” Brueghel el Viejo


Juan J. de la Rosa Sánchez
Profesor Honorario de la Universidad de León 

 

Se jugaban en Jerez de la Frontera por los años 40-50 del siglo pasado, los traigo aquí con añoranza, porque no necesitan instalaciones especiales y son muy fáciles de realizar.

 A LA LATA

 

Juego casi exclusivo de niñas en el que iban cogidas de las manos, formando una fila, y mientras se desplazaban airosamente alternando el pie de adelante, cantaban:


A la lata, al latero,

a la hija del chocolatero,

que viva la lata,

que viva el latero,

que viva la hija del chocolatero.

Que sí, que no,

que en mi casa mando yo.

Jugando a la lata, al latero,

a la hija del chocolatero.


OTRA LETRA


A la lata, al latero,

a la niña del chocolatero.

A la a, a la a,

Mariquita no sabe planchar.

A la e, a la e,

Mariquita no sabe barrer.

A la i, a la i,

Mariquita no sabe escribir.

A la o, a la o,

Mariquita no sabe el reloj.

A la u, a la u,

¡Mariquita eres tú!

 

 A LA SILLA LA REINA

 

Era una especie de premio que se le daba a quien acertaba una adivinanza, resolvía un problema o ganaba un juego. Consistía en transportar entre dos, convenientemente entrelazados sus brazos, a un tercero. El asiento se formaba así: se ponían dos personas de frente, cogiéndose cada una su muñeca izquierda con la mano derecha; y con la izquierda que les había quedado libre se enganchaban a la muñeca derecha del compañero y ya estaba fabricado el asiento. El premiado se montaba en la “silla” y, por seguridad, se sujetaba en los hombros de los transportadores. El paseo se acompañaba de esta retahíla u otra:

 

A la silla la reina

que nunca se peina,

que si se peinaría (peinara)

piojos no criaría (criara).


 A TAPAR LA CALLE

 

Con los brazos en cruz se agarraban de las manos, formando una fila lo más ancha posible con el fin de, verdaderamente, tapar la calle y de esa forma impedir que nadie pasara, pero además corrían hacia delante para que todo el que estuviese por allí, tuviera que apartarse o agacharse para que pasaran por su lado o por encima y decían al correr:

 

A tapar la calle

que no pase nadie,

"na" más que mi abuela

comiendo ciruelas.

A tapar la calle

que no pase nadie,

villa, villa, villa,

nos “jincamos” de rodillas.

 

Al finalizar la retahíla paraban hincando una rodilla en tierra.

 

 ABRIR, CERRAR

 

Los participantes alrededor de una mesa colocaban verticalmente sus puños uno encima del otro, alternando los de todos y, mientras abrían y cerraban las manos, cantaban:

 

Abrir, cerrar,

las palmas “colorás”,

el niño quiere teta

¡muá, muá, muá.

 

En el muá, muá... se hacía el gesto de acunar a un niño entre los brazos y era la señal para que se armara una gran algarabía de risas, palmadas, etc.

 

ASERRÍN ASERRÁN

Juego y canción para los jerezanos más pequeños. En tiempos de la posguerra se jugaba así: un niño o niña sentado a horcajadas en las muslos de un adulto, mirando hacia él, y mientras se le balanceaba hacia atrás y adelante se cantaba:

Aserrín, aserrán,

los maderos de San Juan.

Los del rey sierran bien,

los de la reina también.

¿Los del duque...?

¡duque, duque, duque!

Al decir duque, duque, duque, se le hacían cosquillas al niño.


OJITO

Los niños (plural genérico) de entre 2 y 4-5 años hacían un juego en el que ponían, sin saberlo, a prueba su velocidad de movimientos y de reacción y además se divertían mucho. Lo he titulado ojito porque es la palabra que se repite durante todo el juego, pero la verdad es que no sé cómo se denomina. Pueden jugarlo dos personas o más: uno el sujeto agente y el otro u otros los pacientes. Los pacientes se colocaban a un lado de una mesa con las dos palmas apoyadas y el agente enfrente con su dedo índice cerca de uno de sus ojos.

El agente, mirando a los otros, decía: ojito, ojito, ojito… y cuando consideraba que uno estaba distraído lanzaba su mano a darle una palmada en la del otro mientras exclamaba ¡Ojito!

Los pacientes, con ojo avizor, miraban al agente intentando adivinar cuando iba a lanzar su mano o reaccionar antes de que les llegara para retirarla y hacer que el intento fracasase. Si ocurría así volvía a comenzar el juego, pero si golpeaba alguna de las manos, el dueño de ella pasaba a ser el agente.

Tanto si el ensayo era exitoso, como si no, se celebraba con grandes risas y aspavientos. Era muy divertido. Mis hermanos y yo, unas veces con nuestra madre, otras con nuestro padre y otras solos, lo practicábamos mucho y lo pasábamos muy bien. También lo he jugado con mis nietos.

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