CINCO JUEGOS QUE EMPIEZAN POR “A”
“Juego de niños” Brueghel el Viejo
Se jugaban
en Jerez de la Frontera por los años 40-50 del siglo pasado, los traigo aquí
con añoranza, porque no necesitan instalaciones especiales y son muy
fáciles de realizar.
Juego casi exclusivo de niñas en el que
iban cogidas de las manos, formando una fila, y mientras se desplazaban
airosamente alternando el pie de adelante, cantaban:
A la lata, al
latero,
a la hija del chocolatero,
que viva la lata,
que viva el
latero,
que viva la hija
del chocolatero.
Que sí, que no,
que en mi casa
mando yo.
Jugando a la lata,
al latero,
a la hija del
chocolatero.
OTRA LETRA
A la lata, al latero,
a la niña del
chocolatero.
A la a, a la a,
Mariquita no sabe
planchar.
A la e, a la e,
Mariquita no sabe
barrer.
A la i, a la i,
Mariquita no sabe
escribir.
A la o, a la o,
Mariquita no sabe
el reloj.
A la u, a la u,
¡Mariquita eres
tú!
Era una
especie de premio que se le daba a quien acertaba una adivinanza, resolvía un
problema o ganaba un juego. Consistía en transportar entre dos,
convenientemente entrelazados sus brazos, a un tercero. El asiento se formaba
así: se ponían dos personas de frente, cogiéndose cada una su muñeca izquierda
con la mano derecha; y con la izquierda que les había quedado libre se
enganchaban a la muñeca derecha del compañero y ya estaba fabricado el asiento.
El premiado se montaba en la “silla” y, por seguridad, se sujetaba en los
hombros de los transportadores. El paseo se acompañaba de esta retahíla u otra:
A la silla la reina
que nunca se peina,
que si se peinaría (peinara)
Con los
brazos en cruz se agarraban de las manos, formando una fila lo más ancha
posible con el fin de, verdaderamente, tapar la calle y de esa forma impedir
que nadie pasara, pero además corrían hacia delante para que todo el que
estuviese por allí, tuviera que apartarse o agacharse para que pasaran por su
lado o por encima y decían al correr:
A tapar la calle
que no pase nadie,
"na" más que mi abuela
comiendo ciruelas.
A tapar la calle
que no pase nadie,
villa, villa, villa,
nos “jincamos” de rodillas.
Al finalizar la retahíla paraban hincando una rodilla en tierra.
Los
participantes alrededor de una mesa colocaban verticalmente sus puños uno
encima del otro, alternando los de todos y, mientras abrían y cerraban las
manos, cantaban:
Abrir, cerrar,
las palmas “colorás”,
el niño quiere teta
¡muá, muá, muá.
En el muá, muá... se hacía el gesto
de acunar a un niño entre los brazos y era la señal para que se armara una gran
algarabía de risas, palmadas, etc.
Juego y canción para los jerezanos más
pequeños. En tiempos de la posguerra se jugaba así: un niño o niña sentado a
horcajadas en las muslos de un adulto, mirando hacia él, y mientras se le
balanceaba hacia atrás y adelante se cantaba:
Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan.
Los del rey sierran bien,
los de la reina también.
¿Los del duque...?
¡duque, duque, duque!
Al decir duque, duque, duque, se le hacían
cosquillas al niño.
OJITO
Los niños (plural genérico) de entre 2 y 4-5 años hacían un juego en el que ponían, sin saberlo, a prueba su velocidad de movimientos y de reacción y además se divertían mucho. Lo he titulado ojito porque es la palabra que se repite durante todo el juego, pero la verdad es que no sé cómo se denomina. Pueden jugarlo dos personas o más: uno el sujeto agente y el otro u otros los pacientes. Los pacientes se colocaban a un lado de una mesa con las dos palmas apoyadas y el agente enfrente con su dedo índice cerca de uno de sus ojos.
El
agente, mirando a los otros, decía: ojito, ojito, ojito… y cuando consideraba
que uno estaba distraído lanzaba su mano a darle una palmada en la del otro
mientras exclamaba ¡Ojito!
Los
pacientes, con ojo avizor, miraban al agente intentando adivinar cuando iba a
lanzar su mano o reaccionar antes de que les llegara para retirarla y hacer que
el intento fracasase. Si ocurría así volvía a comenzar el juego, pero si
golpeaba alguna de las manos, el dueño de ella pasaba a ser el agente.
Tanto si el ensayo era exitoso, como si no, se celebraba con grandes risas y aspavientos. Era muy divertido. Mis hermanos y yo, unas veces con nuestra madre, otras con nuestro padre y otras solos, lo practicábamos mucho y lo pasábamos muy bien. También lo he jugado con mis nietos.
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