CHAPAS
Advertencia preliminar: este artículo no es sobre el juego de chapas tan característico y popular en León durante la Semana Santa y tan prohibido con tan poco éxito, en León también.
La primera edición
del DRAE que registra el juego de las chapas es la de 1884 y lo hace así: “pl.
Juego entre dos o más personas que consiste en tirar por alto dos monedas
gemelas. Si al caer al suelo quedan ambas con la cara hacia arriba, el que las
ha tirado gana a todos y sigue tirando; en caso contrario paga todas las
puestas y deja de tirar; y si resulta cara y cruz, ni pierde ni gana, y tira de
nuevo.”
Las siguientes ediciones del Diccionario,
repiten la descripción anterior.
Pero a partir de la
edición de 1989, hasta la electrónica del Tricentenario se incluye otro juego de chapas que es el siguiente:
“Juego infantil en el que se utilizan chapas de botella, generalmente para
simular carreras o partidos de futbol.”
Los niños de Jerez y de León (las niñas no, aunque parezca lo contrario
según la ilustración) jugaban con las chapas, conocidas como platillos o
“platis, que tapaban y tapan las botellas de cerveza o de refrescos, al menos a
dos juegos derivados de otros tantos deportes: fútbol y ciclismo. Por aquellos
tiempos (años 40 y 50 del siglo pasado) existían famosos jugadores de
fútbol: Zarra, Basora, Panizo, Gainza,
César, Gonzalvo III, Puchades, Molowny, Pahiño… y acreditados ciclistas como
Poblet, Gimeno, Serra, Olmos, Coppi, Bartali, Bobet… que eran los héroes de la chavalería
leonesa y jerezana y de otras latitudes.
Pues las dichosas chapas tenían que ser, previamente, seleccionadas, no
todas servían, muchas tenían defectos derivados del daño que les hacía el
abrebotellas al cumplir su función. Escogidas las mejores había que decorarlas
pegándoles en la cara interna (a veces externa) un cromo con la cara del
futbolista o del ciclista, lo que exigía que los jugadores fueran, primero
recolectores (buscar chapas y comprar o ganar cromos), luego seleccionadores
(elegir las mejores chapas y los mejores cromos o santos) y por fin, verdaderos
artesanos para con ese material confeccionar artefactos que cumplieran la
función de llegar primero a la meta por un recorrido marcado o golpear con
fuerza y tino una bolita, normalmente de corcho, que había que meter en una
portería de un campo de fútbol reducido representado en el suelo.
Conseguidos los platillos y los cromos, lo siguiente era recortar estos de
manera que encajaran en la chapa y adherirlos con algún pegamento comercial o
casero (harina y agua) y como en todas las actividades de la vida, había
"manitas" que se agenciaban un cristal y pacientemente lo iban
desgastando por los bordes hasta conseguir la medida exacta para que quedara
encajado en la cara interna cubriendo, para protegerlo, el rostro de su ídolo.
También, como en la vida misma, había quien no tenía dinero para comprarse los
cromos o no era capaz de ganarlos y preparaba las chapas dibujando sobre ellas
al deportista.
Los partidos de fútbol se celebraban marcando un terreno de juego sobre el
suelo, el más adecuado era el de cemento, sobre el que se situaban unas
porterías fabricadas por los mismos jugadores, con su red y todo, se marcaban
todas las líneas y se situaba a los jugadores con la formación más
característica de aquellos tiempos, que era: portero, dos defensas, tres medios
y cinco delanteros. Las medidas del campo, es posible que fueran de 100 x 50
cms. y las de las porterías de 10 x 5, también centímetros y el balón era una
bolita, del tamaño más o menos de un bolindre, pero de corcho para que no
pesara mucho y rodara bien al impulso de los “platis”. Las reglas de juego se
adaptaban de las que estuvieran en vigor.
El partido duraba lo que acordaran los jugadores y podía ser medido en
tiempo o en goles, esto último era lo más normal puesto que reloj no solía
tener ninguno de los participantes y a nadie, parece ser que se le ocurrió
fabricarse uno de arena. La forma de desplazar a los jugadores y de golpear el
balón era, como en el caso de las carreras ciclistas, empujar las chapas a
papirotazos con el dedo índice o corazón apoyado en el pulgar.
Durante uno de esos partidos en Jerez alguien nos dijo que oyó por la radio que Zarra había marcado un
gol a Inglaterra en el Campeonato del Mundo de Fútbol celebrado en Brasil
(1950), lo que le supuso a la Selección Española clasificarse entre los cuatro
equipos mejores del Mundo.
Sobre el particular me ha contado mi amigo Enrique Arroyo Berrones (insigne ayamontino) lo siguiente: "Nosotros (los niños) jugábamos a las chapas en los bancos del paseo de la Ribera. Los dos jugadores disponían de una y sólo una chapa y, además, había una tercera chapa que hacía la función de balón. Cada jugador, haciendo uso de su turno, intentaba golpear el 'balón' hasta conseguir introducirlo en la portería. La portería era un hueco que hacía una filigrana que por su parte inferior tenía (y tienen) los reposabrazos de hierro de los bancos."
Las carreras ciclistas no pudieron convertirse en juegos antes de 1935 pues
es en este año cuando nace la vuelta ciclista a España, celebrándose la primera
competición en 14 etapas con un total de 3425 kms. de recorrido con comienzo y
final en Madrid y fue una gran pugna entre el español Cañardo y el belga
Deloor, que se resolvió a favor de éste.
Al igual que en el fútbol, los platillos se desplazaban mediante golpes
dados por los jugadores con sus dedos, teniendo mucho cuidado en la fuerza con
la que se propinaban y la dirección en la que se enviaban porque tenían que
golpear a sus propios platillos para que avanzaran y porque no podían salirse
de los límites laterales del recorrido ya que si alguno lo hacía tenía que
volver a empezarlo, pero la salida tenía que ser completa, es decir, el “plati”
debía quedar totalmente fuera de la carretera. El control de la propia fuerza
es muy difícil y además las dichosas chapas pesaban y pesan poco, de ahí que
algunos chaveas más espabilados las lastraban con barro para hacerlas más
obedientes y tenerlas más controladas Podían participar en cada recorrido dos o
tres jugadores, para que hubiera fluidez, vamos que no se produjeran atascos y
con una condición: que tuvieran platillo. El juego comenzaba cuando el juez de
salida lo indicaba y había que recorrer el trazado en el menor tiempo posible.
El premio al vencedor podía ser honorífico o en especie: tantas chapas como
acordaran los participantes.
De
Google:
SIN TÍTULO
“Juega con la tierra
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