CHAPAS


“Vuelta ciclista a Astorga” (Diario de León 16/08/2016)

 

Juan J. de la Rosa Sánchez
Profesor Honorario de la Universidad de León

 

Advertencia preliminar: este artículo no es sobre el juego de chapas tan característico y popular en León durante la Semana Santa y tan prohibido con tan poco éxito, en León también.

La primera edición del DRAE que registra el juego de las chapas es la de 1884 y lo hace así: “pl. Juego entre dos o más personas que consiste en tirar por alto dos monedas gemelas. Si al caer al suelo quedan ambas con la cara hacia arriba, el que las ha tirado gana a todos y sigue tirando; en caso contrario paga todas las puestas y deja de tirar; y si resulta cara y cruz, ni pierde ni gana, y tira de nuevo.” Las siguientes ediciones del Diccionario, repiten la descripción anterior.

Pero a partir de la edición de 1989, hasta la electrónica del Tricentenario se incluye otro juego de chapas que es el siguiente: “Juego infantil en el que se utilizan chapas de botella, generalmente para simular carreras o partidos de futbol.”

Los niños de Jerez y de León (las niñas no, aunque parezca lo contrario según la ilustración) jugaban con las chapas, conocidas como platillos o “platis, que tapaban y tapan las botellas de cerveza o de refrescos, al menos a dos juegos derivados de otros tantos deportes: fútbol y ciclismo. Por aquellos tiempos (años 40 y 50 del siglo pasado) existían famosos jugadores de fútbol:  Zarra, Basora, Panizo, Gainza, César, Gonzalvo III, Puchades, Molowny, Pahiño… y acreditados ciclistas como Poblet, Gimeno, Serra, Olmos, Coppi, Bartali, Bobet… que eran los héroes de la chavalería leonesa y jerezana y de otras latitudes.

Pues las dichosas chapas tenían que ser, previamente, seleccionadas, no todas servían, muchas tenían defectos derivados del daño que les hacía el abrebotellas al cumplir su función. Escogidas las mejores había que decorarlas pegándoles en la cara interna (a veces externa) un cromo con la cara del futbolista o del ciclista, lo que exigía que los jugadores fueran, primero recolectores (buscar chapas y comprar o ganar cromos), luego seleccionadores (elegir las mejores chapas y los mejores cromos o santos) y por fin, verdaderos artesanos para con ese material confeccionar artefactos que cumplieran la función de llegar primero a la meta por un recorrido marcado o golpear con fuerza y tino una bolita, normalmente de corcho, que había que meter en una portería de un campo de fútbol reducido representado en el suelo.

Conseguidos los platillos y los cromos, lo siguiente era recortar estos de manera que encajaran en la chapa y adherirlos con algún pegamento comercial o casero (harina y agua) y como en todas las actividades de la vida, había "manitas" que se agenciaban un cristal y pacientemente lo iban desgastando por los bordes hasta conseguir la medida exacta para que quedara encajado en la cara interna cubriendo, para protegerlo, el rostro de su ídolo. También, como en la vida misma, había quien no tenía dinero para comprarse los cromos o no era capaz de ganarlos y preparaba las chapas dibujando sobre ellas al deportista.

Los partidos de fútbol se celebraban marcando un terreno de juego sobre el suelo, el más adecuado era el de cemento, sobre el que se situaban unas porterías fabricadas por los mismos jugadores, con su red y todo, se marcaban todas las líneas y se situaba a los jugadores con la formación más característica de aquellos tiempos, que era: portero, dos defensas, tres medios y cinco delanteros. Las medidas del campo, es posible que fueran de 100 x 50 cms. y las de las porterías de 10 x 5, también centímetros y el balón era una bolita, del tamaño más o menos de un bolindre, pero de corcho para que no pesara mucho y rodara bien al impulso de los “platis”. Las reglas de juego se adaptaban de las que estuvieran en vigor.

El partido duraba lo que acordaran los jugadores y podía ser medido en tiempo o en goles, esto último era lo más normal puesto que reloj no solía tener ninguno de los participantes y a nadie, parece ser que se le ocurrió fabricarse uno de arena. La forma de desplazar a los jugadores y de golpear el balón era, como en el caso de las carreras ciclistas, empujar las chapas a papirotazos con el dedo índice o corazón apoyado en el pulgar.

Durante uno de esos partidos en Jerez alguien nos dijo que oyó por la radio que Zarra había marcado un gol a Inglaterra en el Campeonato del Mundo de Fútbol celebrado en Brasil (1950), lo que le supuso a la Selección Española clasificarse entre los cuatro equipos mejores del Mundo.

Sobre el particular me ha contado mi amigo Enrique Arroyo Berrones (insigne ayamontino) lo siguiente: "Nosotros (los niños) jugábamos a las chapas en los bancos del paseo de la Ribera. Los dos jugadores disponían de una y sólo una chapa y, además, había una tercera chapa que hacía la función de balón. Cada jugador, haciendo uso de su turno, intentaba golpear el 'balón' hasta conseguir introducirlo en la portería. La portería era un hueco que hacía una filigrana que por su parte inferior tenía (y tienen) los reposabrazos de hierro de los bancos."

Las carreras ciclistas no pudieron convertirse en juegos antes de 1935 pues es en este año cuando nace la vuelta ciclista a España, celebrándose la primera competición en 14 etapas con un total de 3425 kms. de recorrido con comienzo y final en Madrid y fue una gran pugna entre el español Cañardo y el belga Deloor, que se resolvió a favor de éste.



De WhatsApp (El ciclista que va en tercer lugar lleva un cigarrillo en la boca)

 Para desarrollar el juego, los niños marcaban un recorrido con sus carteles de "salida" y de "meta", sus curvas y rectas, e incluso sus puertos y algún que otro obstáculo.

Al igual que en el fútbol, los platillos se desplazaban mediante golpes dados por los jugadores con sus dedos, teniendo mucho cuidado en la fuerza con la que se propinaban y la dirección en la que se enviaban porque tenían que golpear a sus propios platillos para que avanzaran y porque no podían salirse de los límites laterales del recorrido ya que si alguno lo hacía tenía que volver a empezarlo, pero la salida tenía que ser completa, es decir, el “plati” debía quedar totalmente fuera de la carretera. El control de la propia fuerza es muy difícil y además las dichosas chapas pesaban y pesan poco, de ahí que algunos chaveas más espabilados las lastraban con barro para hacerlas más obedientes y tenerlas más controladas Podían participar en cada recorrido dos o tres jugadores, para que hubiera fluidez, vamos que no se produjeran atascos y con una condición: que tuvieran platillo. El juego comenzaba cuando el juez de salida lo indicaba y había que recorrer el trazado en el menor tiempo posible. El premio al vencedor podía ser honorífico o en especie: tantas chapas como acordaran los participantes.

 De Google:

 

SIN TÍTULO

“Juega con la tierra

como con una pelota

 báilala

estréllala
reviéntala

 no es sino eso la tierra

tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño

 la tierra entre tus pies

gira como nunca
prodigiosamente bella.
(Blanca Varela)
En Poesía escogida (1993)


"Chapas Astorga” (La Crónica 25/08/2016)

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